Dicen por ahí que hoy es el día de la música.
¿Para cuándo un día de la letra? Conozco composiciones magníficas manchadas por letras que no están a la altura.
Está el día del libro, pero a algunos literatos no les resulta grato salir en la foto con «letristas», véase lo que le pasó a Bob Dylan con el Nobel.
¿Por qué ese empeño en separar la leche de la nata? Música, palabra, expresión corporal, artes visuales, humor, tragedia… Negando la naturaleza de las cosas separamos en estantes el producto de la fusión irrefrenable de la mente humana.
Veneramos los manuales cuando no son más que un extracto fosilizado. Fruto de la cabeza de alguien que tuvo que dejar mucho fuera para ceñirse al estrecho marco de una disciplina.
¿Para cuándo una escuela en la que músicos, bailarines, escritores, actores, artistas plásticos, rapsodas, pescaderos y taxidermistas compartan y ensanchen los límites de la expresión humana?
Nos gustan los guetos, nos hacen sentir cómodos. Esa ilusión de que controlamos el entorno, de predecibilidad, de estancamiento…
Los capullos están muy bien para los gusanos de seda, los humanos podemos ser mucho más y renunciar a ello, aún libremente, no deja de parecerme un desperdicio.
Podríamos dejar de considerar las herramientas fines y empezar a perseguir de una vez por todas fines que nos realicen, no solo como piezas de un engranaje, sino como personas. La libertad es una obligación, todo lo demás es negar nuestra esencia. Hemos venido al mundo a desarrollarnos.
O, al menos, así lo veo yo.
¡Salud y honradez!